sábado, 12 de marzo de 2016

Ella, la mejor versión de mí misma

Lo sé, las madres (sobre todo, las primerizas) cuando nos ponemos a hablar de nuestros hijos somos pesadas y re-que-te pesadas...

Ayer me reía y sonreía para mí mientras miraba a mi hija.
Una mini-yo de 17 meses (1 año y 5 meses para los que el "idioma madre" les entumece el cerebro) con mi iPad (ahora suyo) mirando vídeos de tutoriales de cómo abrir bolas con muñecos dentro....
Con la boca llena de tomate y en los deditos restos de carne picada, iba cambiando de vídeos mientras me miraba y sonreía.

Es tan feliz... Tiene tanta inocencia...
A veces la miro y me recuerda a mí cuando era pequeña, no solo físicamente, sino que tiene algunos gestos que hacen que la mire y es como verme hace algunos años atrás.
No solo es feliz, sino que tampoco tiene preocupaciones, ni miedos e inquietudes (como diría mi madre)....
Es simpática, cariñosa con sus padres y amante de los animales. Se comporta estupendamente, le encanta reírse y jugar a "hacer la cabra".

La verdad, me encanta, me gustaría ser como ella. La idolatro.
Si, lo sé, son palabras de madre empalagosa... Pero son tan ciertas... Cualquier madre que me lea me entenderá. Igual que cualquiera que no lo sea pensará "tú quieres a tu hija como todas las madres a sus hijos"... Pues si, seguramente, y ya por eso me siento especial. Porque estoy; no solo agradecida, sino feliz y contenta de ser madre de mi hija.

Hoy, como todos los días, me siento enamorada, pero... así también creo que le gritó al mundo!